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Las abejas, esas incansables obreras de la naturaleza, nos asombran con su increíble capacidad para organizarse y adaptarse a los cambios. Uno de los fenómenos más intrigantes que ocurre en el reino de las abejas es la enjambrazón, un proceso de reproducción de la colonia, que desencadena una serie de eventos que no solo aseguran su supervivencia, sino que también nos brindan una visión profunda de la sabiduría colectiva de estos pequeños insectos sociales.

Puede que vieras, hace unos días, el partido de tenis de Alcaraz-Zverev del torneo de Indian Wells, que tuvo que interrumpirse por un enjambre de abejas que se posó en lo alto, en una cámara, en plena cancha de juego. Fue retirado por un operario de “Killer bees” (“Asesino de abejas”), con la ayuda de un curioso aspirador. Vaya nombrecito para una empresa que, en internet, se promociona, precisamente, subrayando que captura enjambres sin provocar ningún daño a las abejas. Pero no es esta “genialidad” del márketing lo que ahora nos atañe, sino contar, a quien no lo sepa, qué es un enjambre y por qué se produce.

¿Qué es la enjambrazón?

La abeja siempre debe ser considerada como un animal social, con un complejo y sofisticado sistema de comunicaciones, donde predominan las señales químicas, por diversas feromonas, dentro de la oscuridad de la colmena.

La enjambrazón es el proceso mediante el cual parte de una colonia de abejas, liderada por la vieja reina, abandona la colmena original para establecer una nueva. Este fenómeno ocurre cuando la colmena madre se ha vuelto demasiado grande para sostener a todos sus habitantes, cuando el espacio se queda pequeño, en definitiva, cuando las condiciones son favorables para la fundación de una nueva colonia.

El caso que hemos contado es el de los enjambres más grandes, o primarios, porque luego puede haber sucesivos enjambres más pequeños, secundarios o terciarios, conocidos como jabardos o jabardillos, que ya llevan una o varias reinas nuevas, porque las colonias de abejas, cuando el campo está a tope de alimento floral en primavera, generan muchas reinas nuevas, que, precisamente, se conocen como reinas de enjambrazón.

Puede que la reina vieja llegue a matar a futuras reinas, antes de salir, incluso, de la celda real o realera. Puede que nazca una o varias reinas jóvenes, y se encuentren en la colmena (también con la reina vieja), y de los encuentros solo quede una reina. O puede, como decimos, que la reina vieja decida marcharse de la colmena como una gran parte de la familia, quedando en la colmena otra parte con una reina joven.

En cualquier caso, los manejos del apicultor en esta época (en algunas zonas, más adelantada, y en otras más retrasada, dependiendo del clima) se centran en anticiparse, y aprovechar esa tendencia natural para hacer los enjambres de manera controlada.

Dichos enjambres servirán, primero, para reponerse de las numerosas bajas que provoca, cada año, la varroa –sumada a otros factores, como la falta de alimento, prolongadas sequías, pesticidas en la agricultura, etc.-, y luego para su comercialización, logrando así diversificar las fuentes de ingresos de los apicultores.

El baile de la renovación

La enjambrazón comienza con la producción de nuevas reinas. Las abejas obreras criarán las larvas de las futuras reinas en unas celdillas especiales, conocidas como celdas reales o realeras, con una alimentación exclusiva –a diferencia del resto de larvas, que serán obreras o zánganos- de jalea real, una substancia de apariencia lechosa y nacarada, con alto poder alimenticio, producida por las glándulas hipofaríngeas de abejas jóvenes, que permitirá a la larva multiplicar su tamaño más de 1.500 veces en pocos días. Desde la puesta del huevo hasta que emerja la reina -ya totalmente formada- pasarán 16 días. Una semana después será ya madura sexualmente, y realizará un vuelo nupcial, en el que se apareará con varios zánganos, asegurando así la diversidad genética de la futura colonia.

Una vez fecundada, tras otros 7 días, aproximadamente, empezará a poner huevos, su principal misión en la colonia.

Mientras tanto, en la colmena madre, otras muchas abejas obreras se preparan para el éxodo y recolectan miel para el viaje. Cuando consideren que el día les es propicio, saldrán de la colmena y, por lo general, se posarán en algún punto no muy lejano, por ejemplo, rama de árbol o arbusto, formando una gran bola. Las exploradoras irán yendo y viniendo, para inspeccionar lugares apropiados para fundar la nueva colonia. Por desgracia, debido a las plagas y enfermedades de las abejas, ya no son viables los enjambres silvestres en la naturaleza (como sí se establecían antaño, en troncos viejos de árboles, etc.). Por ello, los apicultores también tratan de rescatar todos los enjambres que puedan llegar a escaparse.

El asombroso vuelo colectivo

El enjambre de abejas, un espectáculo impresionante, forma una nube densa y zumbante, mientras busca un nuevo hogar. Es, precisamente, lo que vimos en Indian Wells. Durante este vuelo, en sus pausas, las abejas se comunican entre sí mediante vibraciones y movimientos, llevando a la colonia a un lugar adecuado para establecerse.

Raro es el caso en que una abeja pueda llegar a picar, ya que, durante la enjambrazón, las abejas son especialmente mansas, para nada agresivas.

El legado de la enjambrazón

La enjambrazón no solo asegura la supervivencia de la especie, y garantiza su variabilidad genética, que, en el caso de las abejas, es pequeña, y viene determinada por los zánganos que fecundan a la reina. Porque, por lo demás, el resto de las decenas de miles de abejas de la colmena, en circunstancias normales, son hijas de la misma madre, tanto obreras como zánganos (estos, además, nacen de huevos sin fecundar, así que no tienen padre… ¡sorprendentes cosas de abejas!).

Finalmente, al establecer nuevas colonias, las abejas ayudan en la polinización y la diversificación genética de las poblaciones de plantas. Además, este fenómeno nos enseña valiosas lecciones sobre la cooperación, la adaptabilidad y la sabiduría colectiva en la naturaleza de este fascinante ser social, considerado como el animal más importante del planeta, pues de la abeja, en gran medida, depende la mayor parte de nuestros alimentos, gracias a su papel polinizador, que “convierte” las flores en frutos.

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