La trashumancia apícola es una técnica ancestral que permite a los apicultores españoles llevar sus colmenas a lugares con mejor oferta floral. En este artículo, exploraremos en detalle qué implica esta práctica, sus ventajas y desafíos, y cómo se realiza en el contexto de la apicultura en España.
Imagina camiones enteros cargados de colmenas, recorriendo las carreteras españolas. De manera discreta. De noche, por seguridad de las propias abejas y para evitar accidentes con humanos. Eso sucede. De hecho, la gran mayoría de los profesionales de la apicultura realizan varios movimientos trashumantes al año, en busca de las mejores floraciones, o de buenos sitios para la invernada, con climas más benignos, que permitan una salida temprana del invierno.
“Si quieres miel y cera, llévame caballera” dice el refrán; porque, antiguamente, los desplazamientos eran más cortos y se realizaban con caballerías. La trashumancia apícola es una práctica ancestral que permite a los apicultores llevar sus colmenas a lugares con mejor oferta floral durante la temporada de apicultura. En España fue consolidada legalmente en 1273 con la creación del Concejo de la Mesta por Alfonso X, en pleno apogeo de la ganadería, en general.
La pérdida de biodiversidad floral hace más necesaria la trashumancia
La trashumancia se vuelve cada vez más importante para los apicultores debido a la dificultad para encontrar una oferta floral adecuada. La deforestación, los incendios y sequías, la modificación del paisaje agrario, con extensos monocultivos y eliminación de un paisaje mosaico, linderos y setos, etc., la aplicación generalizada de herbicidas en la agricultura, el cambio climático… afectan la disponibilidad de alimentos para las abejas, durante una buena parte del año, lo que lleva a los apicultores a buscar constantemente nuevos lugares con mejor floración para sus colmenas. A veces, es eso, o tener que alimentar de manera artificial a las colmenas, en épocas de escasez, como el otoño y la preparación de la invernada.
Cómo se realiza la trashumancia
El apicultor trashumante desempeña un papel crucial en esta práctica. Desde el amanecer, se embarca en largos viajes para llevar sus colmenas a lugares con una mejor floración. Este trabajo requiere cerrar las piqueras al atardecer, cuando ya están todas las abejas pecoreadoras de vuelta en la colmena, cargar las colmenas en camiones y viajar a los lugares seleccionados. Aunque la modernización ha facilitado algunos aspectos logísticos –por ejemplo, muchas colmenas van paletizadas en soportes especiales, y se cargan en grupos con grúas-, el trabajo sigue siendo exigente, tanto para el apicultor como para las abejas, que experimentan estrés debido a los traslados, temperaturas durante el viaje, etc.
Tanto es así que las abejas, por el estrés del viaje, y por condiciones ambientales de noches calurosas, son capaces de generar calor con las placas ventrales de su propio cuerpo, de manera que, todas juntas, en una colmena, podrían hacer que se superasen los 65 grados de temperatura -temperatura en la que funde la cera de los panales-, de tal modo que, de suceder, al final del viaje hallaríamos un amasijo de miel, cera fundida, y toda la colonia de abejas muerta.
El traslado de colmenas requiere una cuidadosa planificación y logística. Desde la selección del lugar de destino hasta la preparación de las colmenas y el transporte seguro, cada paso debe ser meticulosamente coordinado para garantizar el bienestar de las abejas y la seguridad durante el viaje.
La trashumancia apícola demanda un alto nivel de especialización y conocimientos por parte del apicultor. Es fundamental estar al tanto de las últimas técnicas de manejo de colmenas, asegurar el buen estado de las colonias y cumplir con la normativa vigente en materia de transporte animal y sanidad apícola.
Trashumancia para la polinización agrícola
En ocasiones, los apicultores suelen llevar sus colmenas a grandes monocultivos, donde las abejas pueden encontrar abundante néctar y polen, como en el caso de la colza o el girasol, frutales leñosos, etc. Es un win-win para el apicultor y para el agricultor: al primero le ayuda a hacer mieles y, en algunas zonas, se alquilan las colmenas para la realización, de forma profesional, de estos servicios de polinización, lo que permite diversificar los ingresos de las explotaciones apícolas. Y, al agricultor, le permite mejor polinización de sus cultivos, que, a veces, se traduce en incrementos sustanciales de los rendimientos, por encima de un 30%, la mejora de la calidad de los frutos, en cuanto a su apariencia y homogeneidad, acortamiento de periodos de maduración, etc.
Sin embargo, estas prácticas no están exentas de riesgos, y requieren de una gran responsabilidad por parte de los agricultores y de la necesaria coordinación con el apicultor, ya que los monocultivos pueden ser objeto de fumigaciones que pueden resultar letales para las propias abejas.
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Trashumancia y capacidad de carga del territorio
Resulta fundamental implementar buenas prácticas en la realización de la trashumancia, para no afectar negativamente a otros apicultores estantes, y a los polinizadores silvestres. La abeja es el insecto polinizador generalista por excelencia, y, además, muy eficaz, así que resulta obligado calcular la capacidad de carga del territorio, es decir, cuál es el máximo número de colmenas podemos instalar en cada asentamiento, teniendo en cuenta que muchos desplazamientos trashumantes son de muchos centenares de colmenas. En Tierras apícolas hemos limitado, por ello, a un máximo de 70 colmenas cada colmenar, de manera que, si quieren instalarse más colmenas en unos determinados terrenos, tendrán que cumplir los requisitos legales de distancias entre colmenares, para poder montar otros apiarios. Sólo para hacernos una idea, una colmena layens (que es el modelo que menos abejas alberga), puede tener unas 40.000-60.000 abejas. Si consideramos, de media, 50.000, multiplicadas por el máximo de colmenas que permitimos por colmenar, nos da 3 millones y medio de abejas. Si bien es cierto que, no todas a la vez, estarán sobrevolando los campos para buscar alimento, ya que esa función la realiza la abeja más vieja, en la última etapa de su vida: las pecoreadoras.
En resumen, la trashumancia apícola es una técnica esencial en la apicultura española, sobre todo en la profesional, que permite a los apicultores adaptarse a las cambiantes condiciones ambientales, y garantizar la salud y productividad de sus colmenas. Sin embargo, su práctica requiere habilidad, dedicación, un profundo conocimiento del comportamiento de las abejas y las condiciones del entorno, y una buena praxis para la convivencia con otros apicultores y el cuidado del medio natural.
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